Gora Vorontsov nace un 14 de abril, en Naxos, Grecia, en casa de Alexandra Teoclímeno. Le inscriben en Atenas días después. Es el aniversario del suicidio de Vladimir Maiakovski. Ese mismo día nace Sarah Leidner, hija de Baltasar Leidner, médico obstetra, y de Alexandra, meretriz reconocida.

Su padre se llamaba Semion Vorontsov, hijo de un comerciante ruso afuncado en la isla de Malta. Su madre, Bárbara Klosowski, de una oscura familia polaca. Su padrino fue Ludwig von Bullow Klosowski, primo de su madre Bárbara.

El doctor Balthazar Leidner, de acuerdo con su padre Semión, le implanta un aparato metálico que alojado en el cerebro debe controlar sus pensamientos y dirigirlos a través de una máquina que el propio Balthazar ha construido. Cuando Gora Vorontsov y sus padres se transladan a vivir a Verjel Florido, el propio Semión instala un laboratorio en el sótano de su casa, para transmitir las ondas producidas por el aparato alojado en su cerebro hasta el laboratorio de Balthazar.

Unos años después un misterioso accidente en este laboratorio de Verjel Florido destruye la casa y provoca la muerte de sus padres. Gora Vorontsov es acogido en la casa de su padrino, Ludwig von Bullow, que al efecto vive en la ciudad norteña de Sanandrés, en un chalet.

Vive con sus primos Friedrich, Annette, Klara y Guillermo, hijos de Ludwig, hasta la edad de diecisiete años.

Muchos años después, escribió en su diario:

—”Con intención de controlar, de dirigir mis pensamientos y mis actos el doctor Balthazar implantó un aparato radioeléctrico en mi cabeza. Pero lo peor de todo fue que mis padres estuvieron de acuerdo con aquel experimento. Ellos mismos instalaron un laboratorio en Vergel Florido para comprobar la actividad del implante y enviar información a Balthazar Nichopoulos, en la isla de Naxos. Sin embargo, lo más curioso es que nunca hice aquello para lo que fui programado, nunca obedecí sus órdenes. Me movía en un mundo propio, lleno de personajes y lugares únicos, inventados por mí, que tenían vida por sí mismos, que actuaban y se movían en un mundo aparentemente real, como este en el que ahora estamos. Fue entonces cuando comprobé que ni siquiera las maquinas más perfeccionadas hacen aquello que sus dueños o sus creadores prevén. Hacen otras cosas, las que les corresponde hacer, no las que otros quieren que hagan”.

El 14 de abril de diecisiete años después su tío Ludwig le deja irse a vivir a Verjel Florido. La casa, arruinada y quemada, fue reconstruida por el tío Luis. Es un joven de 17 años, moreno, de expresión triste, que viste de manera clásica, con barba incipiente, nariz estrecha pelo corto y ojos profundos. Su aspecto es desaliñado. Se dedica a escribir, ir al teatro. Tiene amigos bohemios.